A modo de introducción, diré que en la primera parte publicada de este trabajo procuré dejar patente mi convencimiento de que hay unos motivos reales para el descontento y que éste ha terminado por instalarse en una parte apreciable del personal de Correos.
Es ésta una de las premisas necesarias para el éxito de una hipotética movilización. Necesaria, pero no suficiente: También se requiere la aplicación de una serie de recursos, humanos y materiales, a la puesta en práctica del proceso reivindicativo; proceso forzosamente complejo desde el momento en que nos referimos a una gran empresa con más de 65.000 trabajadores repartidos por todo el Estado. Habría mucho que organizar, mucho que informar, mucho que motivar.
Naturalmente, estoy pensando en las organizaciones que disponen de esos recursos (léase Plataforma, sindicatos…) y en su voluntad de aplicarlos a la finalidad que estamos considerando.
Sobre esta última cuestión debemos ser realistas y aceptar que la unidad sindical en torno a este tipo de acciones es muy difícil de conseguir porque las organizaciones, particularmente las poderosas, se deben a intereses ajenos (políticos, de siglas, etc.), que no siempre coinciden, incluso a veces se contraponen.
También es difícil de gestionar por causa del afán de protagonismo desmedido que han demostrado algunos; bien visible, por ejemplo, a lo largo de todo el desarrollo de la pasada convocatoria de huelga de UGT y SL. Esto origina contratiempos hasta por las causas más nimias.
Finalmente, no resulta fácil de mantener porque ya en otras ocasiones equiparables la Dirección ha actuado muy eficazmente para reventar dicha unidad. Ya hace una década, pero aún recordamos las protestas contra la Ley Postal y el “descuelgue” de CCOO. Pocas dudas me caben de que se volvería a intentar y no muchas más de que se volvería a conseguir. A fin de cuentas, los protagonistas de aquello han ganado las elecciones sindicales con posterioridad y su cúpula se ha repartido todo lo que había que repartir.
No se trata de que guste o no, sino de asimilar que esto es lo que hay e intentar hacer con ello lo que se pueda; no más ni tampoco menos.
Partiendo de la hipótesis de que la unidad sindical es imprescindible para el éxito de una confrontación total, mi conclusión es que sería una mala estrategia el empezar por ahí. Muy probablemente nos conduciría al fracaso y si el seguimiento hubiera sido mediano, esta vez sí nos iba a costar recuperarnos.
De ninguna manera equivale esto a decir que no se puede hacer nada. Claro que sí. Más aún, te anticipo amigo lector, que pienso que se puede y se debe hacer algo.
martes, 15 de enero de 2008
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1 comentario:
Yo personalmente soy pesimista, en cuanto que no haya union sindical , y no puede haberla puesto que cada sindicato solo mira por sus intereses particulares y de sus afiliados, importandoles bien poco los demas, es triste pero vamos perdiendo paulatinamente derechos, los salarios suben simbolicamente y muy por debajo del ipc ,incluso del ipc oficial,del real ni hablamos, y lo triste es que ni para eso se ponen de acuerdo, me recuerdan el enfrentamiento sistematico PSOE-PP , si uno hace algo llamemosle X el contrario por sistema se opone o lo critica ,esté bien o mal ,esten de acuerdo o no, utilizan la norma de "oponte que algo desgasta al contrario". es patetico que los sindicatos utilicen el mismo sistema del " y tu más..." que emplean los politicos ,pero me temo que es lo que nos espera en el futuro; sindicatos politizados utilizando a los trabajadores como meros instrumentos para ejercer sus prebendas, y no al servicio real de los intereses del trabajador (en todo caso de sus afiliados solo).
MUY TRISTE
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