El mito del Contrato-programa.-
Según el poeta Fernando Pessoa: “El binomio de Newton es tan hermoso como la Venus de Milo; lo que pasa es que muy poca gente se da cuenta”.
Quizás cueste algún trabajo admitir que las cuentas anuales de Correos también destilan una belleza similar, pero es indudable que pasan tan desapercibidas como el binomio, cosa ésta que previsiblemente no cambiará mucho a pesar del artículo que te dispones a leer.
La verdad es que deberían considerarse aceptables los resultados presentados en los últimos años, con la precaución de situar a Correos en el entorno que le corresponde y considerando las circunstancias adversas que han afectado a casi todos los sujetos económicos en nuestro país. Aun así, una amplia mayoría de los esforzados trabajadores de esta Casa considera que los resultados de nuestra empresa están fuertemente lastrados por la morosidad recalcitrante de la Administración:
“El Gobierno no nos paga –se asegura con frecuencia– lo estipulado en el Contrato-programa en concepto de compensación por la prestación del SPU en condiciones deficitarias. Y eso desde hace ya bastantes años”.
Pues NO, las cosas no son exactamente así, aunque justo es reconocer que lo parecen.
Correos calcula cada año el coste neto de la prestación del SPU y lo presenta a la Comisión Nacional del Sector Postal para su aprobación. Superados todos los trámites, se adquiere el derecho a la compensación correspondiente que, conforme a lo previsto en la ley Postal, será satisfecha en buena parte con aportaciones del Estado.
Se hace vía subvenciones, y las hay de dos tipos: subvenciones a la explotación y subvenciones de capital.
Funcionan de manera diferente las de una clase y las de otra, pero hay algo que sí tienen en común: en el momento en que son aprobadas por el Estado, y cumpliendo Correos los requisitos necesarios para recibirlas, ya pasan a ser contabilizadas como lo que son, tal como obliga la Ley General Contable, y eso al margen de que se cobre posteriormente o, como en este caso, muy posteriormente. Quiere esto decir que a partir de la aprobación de la subvención ya constará como ingreso (si quieres lee beneficio) la parte de la subvención que pueda ser considerada como tal, que no es toda ella, sin que importe la desdichada circunstancia de que no se haya cobrado todavía.
Así pues, la falta del pago incidirá muy poco en el beneficio: Correos perderá la rentabilidad derivada de la posesión del dinero y, en otro orden de cosas, podría verse abocado a problemas de liquidez, que tampoco es el caso, como veremos enseguida.
Algunas curiosidades:
Las subvenciones de Capital no se contabilizan como ingreso, generalmente, salvo en la parte que equilibre al gasto debido al deterioro o al desgaste del capital adquirido con aquella subvención; es decir, su contribución directa al resultado del ejercicio es nula, tanto si se ha cobrado como si no.
A 31/12/2011 Correos presenta unas subvenciones a la explotación pendientes de cobro por un valor acumulado de casi 195 millones de euros y el total pendiente (considerando también las de capital) se aproxima a los 205,5 millones de euros. Puedes comprobar estos datos en la nota 14, página 106 del informe anual correspondiente a 2011.
Bueno, ¿y por qué no se han pagado todavía las cantidades pendientes?
Pues resulta que en fecha 10/3/2009, la Dirección General del Tesoro y Política Financiera remitió una circular indicando que efectuaría los pagos ajustándose a las necesidades de financiación reales de los diferentes Organismos Públicos acreedores, estimadas por ellos mismos. Correos está entre ellos y aquí se les indicó que íbamos sobraos, por lo que podían proceder a la retención de los pagos mientras durase aquella idílica situación. Con estos antecedentes resulta evidente que protestar desde Correos porque no se ha recibido el dinero está fuera de lugar.
Otra cosa distinta es el futuro; el nuevo Presidente dice que quiere invertir hasta 500 millones sin endeudar a la compañía y eso me ha sonado a que se han puesto los ojitos postales en estas partidas pendientes. Nos quedaremos sin medalla al mérito solidario con el déficit público. Provisionalmente.
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