Empezaré por una afirmación que me puede granjear algún que otro enemigo, de no ser capaz de explicarla y de matizarla: Correos, S A necesita personal fijo-discontinuo para ser eficiente.
Se me ocurren dos buenas razones para ello, y eso no quiere decir que no haya otras además.
La primera es que la demanda del servicio que vendemos no es la misma en todas las épocas del año (tradicionalmente aumenta bastante en Navidad). Se comprende que hará falta personal para atender adecuadamente a esos picos de demanda.
La otra es que fromamos una gran plantilla que concentra sus vacaciones en los meses de verano, lo que hace muy razonable la contratación de personal de refuerzo durante esa época.
Hasta aquí se justificaría el tener en nómina una cantidad apreciable de trabajadores discontinuos; con lo de fijos se conseguiría que estén formados y motivados; ambas cosas propician el que lleguen a ser más productivos.
Si Correos ofreciese este tipo de relación laboral a la gente que realmente la desea (a título de ejemplo serviría el estudiante que sólo quiere trabajar algunos meses al año) estaríamos ante un equilibrio muy estable, por satisfactorio para casi todos. Pero no se ha hecho así -seguramente porque no se ha podido- y asistimos desconcertados al actual proceso de creación de una bolsa de trabajadores fijo-discontinuos, proceso que presenta sus peculiaridades.
Cuando la Dirección observó que la respuesta a sus pretensiones era muy débil, y que no se cubrirían las necesidades previstas, se empezaron a forzar las cosas para empujar al personal hacia esa modalidad de contratación.
¿Era la mejor solución?
Puede que no; desde un punto de vista teórico, todo lo que sea alejarse de la posición del equilibrio natural del mercado (en este caso laboral) es ineficiente. En ese sentido quizás habría sido más conveniente ofrecer las plazas sobrantes a trabajadores aún no vinculados a la Casa, pero demandantes de esta clase de contrato.
Lo peor ha estado en la operativa real, en algunos hechos concretos.
Se empezó por apoyarse en los sindicatos del régimen para la tarea de “pastorear” a la gente hacia el fijo-discontinuo. Los sindicatos no deberían estar para eso.
Se hurtó a la gente la información necesaria para tomar su decisión. Seguramente alguien consideró contraproducente que estuviesen informados.
Se han sacado de la manga un concurso de traslados que ha hecho felices a unos cuantos afortunados, que se han encontrado con unas plazas fijas a tiempo total y ha frustrado las legítimas aspiraciones de otros compañeros que acumulaban más méritos objetivos para acceder a ellas. De paso nos dejan a los 65.000 la incómoda sensación de que aquí vale todo... de que el fin justifica los medios.
Me parece claro que este concurso es un instrumento publicitario aplicado a la finalidad de crear entre los trabajadores la conciencia de que "tiene premio" el aceptar lo que a la Dirección le venga bien, aunque se esté saltando a la torera dos docenas de acuerdos y de solemnes promesas.
No es racional que se bordee lo ético, y quizá hasta lo legal, para conseguir una cantidad necesaria de fijo-discontinuos y acto seguido se les pierda en esa modalidad por reconvertirlos en fijo-continuos. Debemos pensar que este proceder no llegará demasiado lejos. Se puede hacer la gracia con unos pocos por motivos publicitarios, pero masivamente NO puede ser.
Tienes todo el derecho a desconfiar de los que en los foros de internet se esfuerzan en contabilizar cuántos han conseguido plaza a tiempo completo en el célebre concurso y en resaltar el suceso todo lo que pueden. Seguramente están haciendo su trabajo... destinado a “orientarte” convenientemente.
Para finalizar, unas palabras de ánimo a quienes han resultado esta vez damnificados: los integrantes de las listas de expectativas. Hay un hecho que se impone, y es que, por unas u otras razones, muchos funcionarios dejarán de estar aquí en un periodo de tiempo no demasiado largo. Habrá que suplirlos con personal laboral; quizás no a todos, pero sí a muchos. Así pues, la mayoría de los que deseáis entrar no deberíais tardar mucho en conseguirlo. De una manera o de otra, por una vía o por otra. Eso es lo previsible.
martes, 23 de octubre de 2007
lunes, 8 de octubre de 2007
Despedidos 9 de Mayo
Es éste un tema delicado, que lleva ya mucho tiempo acaparando una parte de la atención del mundillo postal. Hay bastantes intereses implicados –por ejemplo sindicatos frente a sindicatos– y la controversia ha merecido intensos debates en distintos escenarios, largas reuniones e incluso procesos judiciales. La última sentencia que ha llegado a mis manos es del Tribunal Supremo (de fecha 9/03/2.007, y resuelve el recurso de casación 108/2005); en lo fundamental reconoce el derecho de los trabajadores indemnizados por despido a no ser apartados del posterior proceso de selección y a poder ser contratados por la empresa que los despidió, en igualdad de condiciones con el resto de los aspirantes.
Los resultados parecen indicar que el tratamiento del problema por parte del equipo gestor de los recursos humanos, ayudado por los sindicatos mayoritarios, NO ha sido acertado: Llevamos años con este asunto y no se ha resuelto, se ha enquistado; por algo será que seguimos escribiendo sobre ello personas sin interés directo.
Durante ese tiempo se ha podido producir un daño importante a los trabajadores marginados, no menos importante porque resulte difícil de evaluar.
También se puede llegar a producir un grave perjuicio económico a la empresa: si finalmente hubiese que indemnizar resultarán mucho más gravosos los perjuicios causados durante años que si hubiesen durado meses.
Si en el juzgado se les hubiera terminado dando la razón se podría admitir que, a fin de cuentas, nos habían transmitido a todos una imagen de mano dura, de firmeza, por lo menos conveniente para futuras negociaciones, para ejecutar disciplinadamente la política laboral que llevaría al éxito a nuestra Casa. Pero no ha sido así, y si añadimos la actitud posterior, incomprensiblemente reticente al cumplimiento de la sentencia, lo que percibimos los de a pie no es liderazgo, seguridad y confianza; es el cerrilismo de “sostenella y no enmendalla” , es prepotencia, es una sensación angustiosa de falta de seguridad jurídica.
Inicia su andadura un nuevo equipo. Parece que ascenderá a la cresta de la ola un nuevo sindicato (UGT). Quizá sea éste un buen momento para replantearse algunas actuaciones anteriores que han producido más disgustos que otra cosa. Tienen ante Vds. una excelente ocasión para generar esperanza en el colectivo, para enviarnos una señal de que su actitud es otra y es mejor.
Por si los acontecimientos diesen ese giro, no quisiera yo dejar pasar la ocasión sin recordar a los sindicatos de enfrente, a los que han abanderado la reivindicación, que el bienestar de las personas SÍ cuenta, quizá más que la victoria de unas siglas en una o en cien batallitas.
Los resultados parecen indicar que el tratamiento del problema por parte del equipo gestor de los recursos humanos, ayudado por los sindicatos mayoritarios, NO ha sido acertado: Llevamos años con este asunto y no se ha resuelto, se ha enquistado; por algo será que seguimos escribiendo sobre ello personas sin interés directo.
Durante ese tiempo se ha podido producir un daño importante a los trabajadores marginados, no menos importante porque resulte difícil de evaluar.
También se puede llegar a producir un grave perjuicio económico a la empresa: si finalmente hubiese que indemnizar resultarán mucho más gravosos los perjuicios causados durante años que si hubiesen durado meses.
Si en el juzgado se les hubiera terminado dando la razón se podría admitir que, a fin de cuentas, nos habían transmitido a todos una imagen de mano dura, de firmeza, por lo menos conveniente para futuras negociaciones, para ejecutar disciplinadamente la política laboral que llevaría al éxito a nuestra Casa. Pero no ha sido así, y si añadimos la actitud posterior, incomprensiblemente reticente al cumplimiento de la sentencia, lo que percibimos los de a pie no es liderazgo, seguridad y confianza; es el cerrilismo de “sostenella y no enmendalla” , es prepotencia, es una sensación angustiosa de falta de seguridad jurídica.
Inicia su andadura un nuevo equipo. Parece que ascenderá a la cresta de la ola un nuevo sindicato (UGT). Quizá sea éste un buen momento para replantearse algunas actuaciones anteriores que han producido más disgustos que otra cosa. Tienen ante Vds. una excelente ocasión para generar esperanza en el colectivo, para enviarnos una señal de que su actitud es otra y es mejor.
Por si los acontecimientos diesen ese giro, no quisiera yo dejar pasar la ocasión sin recordar a los sindicatos de enfrente, a los que han abanderado la reivindicación, que el bienestar de las personas SÍ cuenta, quizá más que la victoria de unas siglas en una o en cien batallitas.
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