Atribulado trabajador de Correos.
De pronto eres el centro mismo del universo, y claro, tú no estás acostumbrado.
El próximo jueves, diez de Mayo, por aquellos avatares del destino, resulta que los destacados compañeros de los sindicatos necesitan de tu voto. Algunos de ellos han llegado a ser importantes señores, o van por ese camino, pero también necesitan tu voto.
Pues ya lo ves, tendrás que desbrozar la espesura, hasta encontrar la luz, para no tener que tomar a oscuras la trascendente decisión de a quién otorgar el voto. Y tu en zapatillas... ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!
Pero no pasa nada grave esta vez, has tenido la suerte de que está aquí tu amigo Napoleón para acompañarte en tu peregrinar hacia la verdad y el conocimiento. Todo será que nos perdamos los dos juntos.
Tu salario no da de sí tanto como antes y tus condiciones de trabajo no son las que eran, ni de lejos. Te abruman con objetivos cada vez más altos y te van llenando las jefaturas de latigueros, muchos de ellos con carné.
Percibes claramente que esto se ha deteriorado y sin embargo, ¡pásmate!, durante la campaña han venido los profesionales del sindicalismo (CCOO, UGT, CSIF) a decirte esto va muy bien y que gracias a ellos se ha conseguido lo tanto y lo cuánto.
No mienten del todo porque algo sí suelen conseguir, pero mayormente no para ti, sino a cuenta tuya, que no es precisamente lo mismo.
Si estabas pensando en votarles vas por muy mal camino.
Te preocupa, y mucho, el futuro de esta empresa; entre otras cosas porque no está nada claro, y porque aquí está tu puesto de trabajo.
Poco a poco ha ido calando en ti la idea de que avanzamos (nos llevan) con paso firme y seguro hacia la privatización.
Los sindicatos que hoy son mayoritarios te lo estaban camuflando a ti, mientras colaboraban activamente en el proyecto; sea por obediencia al Partido o por intereses bastardos. Eso cuenta para ellos y no tú, no te vayas a engañar.
Han degenerado tanto estos campeones del pacto bilateral por debajo de la mesa que no sólo no merecen tu confianza, sino que se han ganado nuestra repulsa y un buen revés electoral que catalice su recuperación como sindicatos.
Tampoco le votaría yo, por pésimo estratega, a quien, aún consciente de la correlación de fuerzas existente, propone la resistencia numantina frente a la privatización. La energía reivindicativa de los trabajadores es un bien escaso y no se debe administrar tan mal.
Mis amores sindicales son para quien, dándose por enterado de lo que han decidido los señores políticos (para eso se les ha elegido), se dedique principalmente a hacer sindicalismo, cosa ésta que consistiría fundamentalmente en exigir que se respeten nuestros derechos y en defender nuestros intereses, sin servidumbres, sin peajes. NUESTROS INTERESES, no los del Partido ni los de las siglas, ni los de la camarilla dirigente.
Si eres funcionario lo tuyo está bastante más claro: Con el beneplácito de aquellos que deberían representarte y defenderte poco menos que se te está robando la cartera.
Tu carrera profesional consiste en ser nombrado a dedo, con carácter provisional, si lo estima adecuado y conveniente algún señor empresario con dinero público. Es lo que hay.
Ése no fue tu contrato con la Administración, ¿verdad? Pues contra eso no te movilizan los sindicalistos de CCOO, pero sí te convocan ante la embajada de Finlandia contra la creación de un regulador “independiente”, que será cualquier cosa menos independiente (como los demás reguladores de este país), o contra la apertura de la red que habían aceptado antaño.
Tú eres un funcionario público y tu actividad laboral debe estar orientada y condicionada a proporcionar un servicio público que la sociedad demanda. No tienen derecho a situarte en la vorágine alienante de la espiral ascendente de objetivos , de la competencia y la rentabilidad para unos accionistas, sean estos quienes lleguen a ser.
Pues tus sindicatos mayoritarios (por poco tiempo) no solamente lo toleran, sino que lo apoyan. Todo su afán es tratar de encalamarte un puesto tipo, en lugar de ocuparse de EXIGIR claridad y soluciones colectivas para los que tenemos derecho a seguir siendo funcionarios.
Y dime: ¿para qué quieres, para qué necesitas, esa clase de sindicatos? Esa gente no ha negociado en tu nombre, ha hecho sus negocios abusando de tu confianza, y previsiblemente seguirían haciendo de las suyas... salvo que se lo impidas con tu voto.
–Bien –me dirás–, y entonces ¿a quién votar?
Lo prometido, amable lector, no era un libro de viajes que te describiese todo el panorama. Era una guía que te acompañaría en el recorrido que harás. El final ya lo tienes a la vista, no puedes perderte.
martes, 8 de mayo de 2007
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